Como parte de un grupo de periodistas internacionales y marroquíes, tuve la oportunidad de visitar la ciudad de Dajla, para cubrir y participar en un encuentro sobre periodismo de calidad y educación mediática. Un tema relevante, sin duda. Pero más allá de las conferencias, lo que verdaderamente capturó mi atención, y creo que la de todos los que estuvimos allí, fue el pulso vibrante de una ciudad que no espera el futuro, lo está construyendo.
A primera vista, para quienes miran sin observar, Dajla puede parecer una ciudad aún por hacer: arena, viento, rocas, maquinaria pesada y grandes extensiones sin edificar. Sin embargo, esa sería una lectura incompleta. Basta agudizar la mirada para entender que no son simples piedras, ni la arena está sola, ni los tractores se mueven en vano. Todo apunta hacia una dirección clara: el nacimiento de un polo estratégico en África. Las torres de electricidad y telecomunicaciones que cruzan el horizonte transmiten datos, energía y algo aún más intangible. Son la infraestructura de una esperanza en alta frecuencia.
Ahora bien, para entender verdaderamente el desarrollo de Dajla no suficiente con leer cifras de inversión, ni con medir metros cuadrados de construcción o hectáreas de zonas industriales. Hay que pisar esa arena. Caminar sus calles. Conversar con su gente. Porque lo que pasa en Dajla y en la región del Río de Oro no se cuenta desde una oficina, se debe ver en sitio. Y como periodistas, si realmente queremos saber qué ocurre, debemos mirar a los ojos de quienes habitan esa transformación por ahora bastante silenciosa, y escuchar con atención lo que tienen por decir.
Dajla es ya un nodo conectado. Las inversiones, nacionales e internacionales, no se hacen esperar. El sector turístico avanza con alojamientos adaptados al entorno desértico que ofrecen lo esencial para el viajero contemporáneo, tranquilidad, autenticidad y confort. Las carreteras son modernas, muchas ya activas, otras en proceso. Si bien, es innegable que entre todos los proyectos, destaca el Puerto Atlántico de Dajla, por su dimensión simbólica y geoeconómica. Esta obra portuaria, que representa una puerta de entrada y salida para Marruecos, África Occidental y América Latina y que actualmente emplea a unas 1.800 personas, es apenas el principio de una transformación que multiplicará empleos, comercio y oportunidades.
Caminar por sus calles puede levantar algo de polvo, pero en ese viento se respira una mezcla de determinación y expectativa. Los habitantes hablan con entusiasmo, conscientes de que sus vidas están cambiando. Muchos reconocen que el costo de vida se ha elevado, una consecuencia casi inevitable del crecimiento. Aun así, aceptan el reto con gratitud: saben que están siendo incluidos en el proyecto de desarrollo de su país.
Dajla no es una promesa vacía. Es una apuesta estratégica que se consolida día a día, combinando sectores ya maduros como la pesca, la acuicultura, la agricultura y el turismo, con un impulso inédito hacia la logística, la conectividad y la industria. Sus habitantes esperan más educación, más formación, más empleo…más futuro.
Desde mis ojos latinoamericanos habitantes en Marruecos, hace ya algunos años, puedo decir que en Dajla se está alzando una ciudad símbolo del nuevo modelo de desarrollo y transformación africano. En medio del desierto, brota una nueva forma de entender el desarrollo: moderna, sostenible y profundamente conectada con su entorno. Marruecos no está solo edificando infraestructuras, está esculpiendo su papel como motor del Atlántico africano, dibujando un nuevo mapa para este continente y fortaleciendo un sentimiento de arraigo nacional cada vez más fuerte.
24/06/2025
María Angélica Carvajal