Una segunda ronda de negociaciones entre Rusia y Ucrania está prevista para celebrarse en Estambul el próximo lunes. El anuncio, realizado por el Kremlin, marca un nuevo capítulo en los esfuerzos diplomáticos para frenar el conflicto, aunque las expectativas se mantienen cautas. Moscú ha comunicado que presentará condiciones para una posible tregua temporal, aún en fase de elaboración, mientras que Kyiv ha condicionado su participación al conocimiento previo de esas propuestas.
El proceso, hasta ahora limitado a intercambios entre delegaciones de bajo nivel, ya ha producido resultados concretos, como el reciente canje de cientos de prisioneros. Sin embargo, el alcance estratégico de esta segunda ronda dependerá de factores clave: el contenido real de la oferta rusa, la disposición de Ucrania a aceptar un alto el fuego condicionado, y el papel de los actores mediadores, entre ellos Turquía y, más indirectamente, Estados Unidos.
Desde Kyiv, el viceministro de Asuntos Exteriores, Andrii Sybiha, ha reiterado la exigencia de un alto el fuego incondicional como paso previo a cualquier negociación de fondo. Esta postura refleja la necesidad ucraniana de evitar concesiones militares mientras Moscú sigue controlando alrededor del 20% del territorio reconocido internacionalmente, incluida Crimea. En este contexto, la presión internacional, particularmente desde Europa, parece aumentar. Alemania, por ejemplo, ha prometido apoyar la producción de misiles de largo alcance para reforzar la capacidad defensiva de Ucrania, lo que complica aún más las condiciones para una desescalada.
Por ahora, no se contempla la participación directa de los presidentes Vladimir Putin y Volodímir Zelenski en las negociaciones, aunque Turquía ha expresado su aspiración de albergar eventualmente una cumbre de alto nivel. La mención del presidente estadounidense Donald Trump en este posible formato, a través de su enviado Keith Kellogg, introduce un elemento diplomático adicional, aunque aún especulativo. El Kremlin, por su parte, ha acogido favorablemente declaraciones que reconocen sus objeciones a la expansión de la OTAN, manteniendo su discurso sobre las causas estructurales del conflicto.
Esta nueva etapa de conversaciones representa una prueba crítica para la vía diplomática. Aunque no existen garantías de avances sustantivos, el hecho de que ambas partes mantengan líneas de comunicación activas en medio de un conflicto prolongado sigue siendo un indicador político significativo. Estambul se convierte, una vez más, en el escenario de una mediación compleja, donde la voluntad de diálogo deberá enfrentarse a los límites geopolíticos de una guerra aún sin horizonte claro de resolución.
30/05/2025