La última contienda en Gaza ha llegado a su fin, o al menos ha entrado en una tregua temporal. Sin embargo, la pregunta que domina las discusiones públicas es inevitable: ¿quién ganó esta vez? ¿Es posible hablar de una victoria en medio de un escenario de destrucción masiva y pérdida humana?
Para responder, primero es necesario definir qué entendemos por victoria. ¿Es imponer la voluntad al adversario? ¿Es lograr objetivos militares claros? ¿O, por el contrario, es resistir frente a un enemigo más poderoso y mantener la lucha viva?
Los objetivos de Israel y los límites de su éxito
Desde el inicio del conflicto, Israel dejó claras sus metas: desarticular a Hamás, destruir sus infraestructuras militares y recuperar a los rehenes en poder del grupo. Sin embargo, los hechos indican que esos objetivos no se alcanzaron por completo. Hamás sigue intacto como fuerza política y militar en Gaza, y las imágenes de sus combatientes entregando rehenes han reforzado su posición como símbolo de resistencia.
A pesar de su capacidad militar abrumadora, Israel se enfrenta a un fracaso relativo. Más allá de infligir un daño devastador al enclave palestino, no logró desmantelar a Hamás ni eliminar su influencia en la región. Esto plantea una incómoda pregunta: ¿puede un Estado considerar una victoria una campaña que no cumple sus metas estratégicas?
La resistencia palestina: ¿una victoria a qué costo?
Por otro lado, Hamás y la población de Gaza han sufrido pérdidas incalculables. Miles de muertos, heridos, desplazados y un territorio reducido a escombros. Sin embargo, en términos simbólicos, el pueblo palestino ha reafirmado su resistencia frente a la adversidad. La capacidad de Hamás para continuar operando a pesar del asedio israelí es percibida por muchos como una forma de victoria, aunque el costo humano y material sea insoportable.
Este es el dilema que divide las opiniones dentro y fuera de la región: ¿cómo se puede hablar de victoria cuando las cifras de víctimas y el nivel de destrucción alcanzan niveles tan alarmantes? Algunos argumentan que la resistencia misma ya es un triunfo, mientras que otros cuestionan si esa resistencia justifica el sufrimiento acumulado.
Las fracturas internas en Israel
Otro aspecto relevante es la creciente fragmentación interna en Israel. Poco después de la tregua, altos mandos militares presentaron su dimisión, evidenciando las tensiones dentro del ejército y el gobierno. Esta crisis interna, unida al impacto psicológico del conflicto en la sociedad israelí, sugiere que la unidad nacional, históricamente alimentada por la sensación de amenaza externa, comienza a mostrar grietas preocupantes.
Un conflicto sin vencedores claros
Si algo queda claro, es que esta no es una historia de victorias absolutas. Gaza sigue siendo un campo de ruinas, pero su pueblo ha demostrado una capacidad extraordinaria para resistir. Israel, aunque conserva su supremacía militar, enfrenta serios desafíos internos y un creciente escrutinio internacional por sus acciones.
El daño a la reputación de Israel en el ámbito global es otro factor a considerar. Los informes sobre el alto número de víctimas civiles y la destrucción masiva han intensificado las críticas hacia el país, afectando su imagen incluso entre algunos de sus aliados tradicionales.
El futuro: ¿hacia dónde vamos?
Esta tregua es, en el mejor de los casos, una pausa temporal en un conflicto prolongado. Las causas fundamentales del enfrentamiento —la ocupación, la negación de derechos básicos y la falta de voluntad política internacional para buscar una solución duradera— permanecen intactas.
En última instancia, determinar quién ganó o perdió en esta contienda es una cuestión que solo el tiempo podrá responder. Por ahora, lo único seguro es que el costo humano ha sido devastador y que el equilibrio de poder en la región sigue siendo tan frágil como siempre.
27/01/2025